Buenas prácticas para minimizar o retrasar la resistencia

En términos prácticos, tarde o temprano los casos de resistencia surgirán en los cultivos y es muy difícil actuar eficientemente para eliminar la aparición de cepas resistentes a fungicidas en el campo. Sin embargo, el riesgo y por lo tanto el tiempo en que ello ocurra pueden ser minimizados en gran medida integrando la mayor cantidad de estrategias de anti-resistencia que retrasen desarrollo de subpoblaciones de patógenos resistentes, a un programa integrado de manejo de enfermedades (uso de variedades resistentes o tolerantes, rotaciones, uso de semilla libre de patógenos, etc)

Las estrategias de manejo de resistencia a fungicidas sólo son útiles si al mismo tiempo retrasan la selección para la resistencia y dan un control de enfermedades adecuado (Hobbelen et al., 2011). Lamentablemente, en general, las contra-medidas efectivas para evitar el surgimiento de la resistencia sólo se aplican cuando los productores, empresas y autoridades relacionadas a la problemática, han detectado una disminución de la eficiencia de control de los fungicidas a campo
Cuando se detecta la resistencia en el campo por primera vez, es probable que en ciertas áreas la cepa resistente ya esté presente en una frecuencia de uno por ciento o mayor. Para llegar a ese punto, la subpoblación resistente del patógeno ha evolucionado a través de las diferentes etapas de aparición (emergencia) y selección, durante muchas generaciones. Por lo tanto, gran parte de la posibilidad de retrasar la evolución ya se ha perdido, y si las estrategias anti-resistencia se ponen en marcha en respuesta a la detección de la pérdida de eficiencia de control de los fungicidas a campo, ya no serán eficientes. Dichas estrategias deben ser implementadas desde la introducción de un nuevo p.a. al mercado de insumos fitosanitarios.

Entre las buenas prácticas agrícolas para el manejo de la resistencia a fungicidas se recomiendan:

  1. Aplicar un fungicida solamente cuando es necesario, de acuerdo con los Umbrales de daño económico desarrollados y validados en el país o con criterios avalados científicamente según sea el cultivo.
  2. Aplicar en el momento óptimo de control, de acuerdo con la metodología científica disponible y siempre que sea necesario.
  3. Utilizar mezclas de principios activos fungicidas con diferente mecanismo bioquímico de acción. Ambos p.a. deben tener elevada eficiencia en el control del o de los patógenos que son objetivo de control. El retraso en la aparición de resistencia mediante la mezcla de fungicidas con alto y bajo riesgo se produce porque el fungicida de bajo riesgo: i) disminuye aún más el tamaño de la población del patógeno sensible y, por lo tanto, el número de mutantes generados por unidad de tiempo; y ii) disminuye la eficiencia de infección y, por ende, la probabilidad de supervivencia de la cepa resistente. Si se detectara resistencia a uno o a todos los componentes de la mezcla, será un perjuicio directo al productor, a las empresas, a los técnicos y a la comunidad toda .
  4. Utilizar en mezcla con fungicidas multisitio ( ej mancozeb, clorotalonil, oxicloruro de cobre)
  5. Alternar principios activos (entre y dentro de un mismo mecanismo bioquímico de acción)
  6. Complementar los fungicidas con inductores de la resistencia (ej. quitosanos, fosfitos) y agentes de control biológico.
  7. Respetar las dosis de marbete y obedecer las restricciones allí indicadas es otro componente importante de la gestión de resistencia a los fungicidas. La teoría dice que la reducción de la dosis de aplicación de un fungicida abarata costos de producción y beneficia al medio ambiente. Sin embargo, las sub-dosis pueden aumentar el riesgo de resistencia a los fungicidas al permitir que las esporas con resistencia parcial se acumulen en el tiempo, de manera que cuanto mayor sea la oportunidad que tienen para multiplicarse, mayor será el riesgo de que surjan incluso esporas más resistentes. Tanto el tiempo de vida efectiva de una molécula durante la fase de aparición (emergencia), como el tiempo empleado durante la fase de selección se pueden maximizar, para un número fijo de aplicaciones de fungicidas por estación de crecimiento del cultivo, mediante el uso de la dosis más baja que pueda proporcionar un control eficaz de la enfermedad, es decir, la dosis desarrollada experimentalmente durante no menos de tres campañas agrícolas, que es la indicada por el fabricante en el marbete. Evitar la dosis dividida (es decir la dosis recomendada dividida en dos aplicaciones) pues si se divide la dosis se duplican las chances de que individuos de la población se tornen resistentes. La mayor parte de la evidencia científica mundial sugiere que la división de una determinada dosis de fungicida en dos o más aplicaciones selecciona con más fuerza cepas resistentes, en comparación con la selección ejercida por una aplicación única a dosis más altas. Esto se debe a que si la dosis de cada aplicación se reduce a la mitad o se divide, el periodo de tiempo durante el cual la selección se lleva a cabo se duplica. Por lo tanto, la probabilidad de generación de resistencia aumenta con el uso de subdosis al generar una mayor presión de selección favoreciendo la supervivencia de una fracción de la población de hongos que no son tan sensibles a los principios activos aplicados.
  8. Desarrollar un programa de monitoreo de la sensibilidad de las poblaciones de los principales patógenos objeto de control, y de valoración de la fungitoxicidad de las principales moléculas fungicida, y de determinación de las dosis óptimas a campo para cada mezcla comercial de fungicida.
  9. Implementar un programa de manejo integrado de enfermedades que incluya: siembra de genotipos resistentes o tolerantes, rotaciones, uso de semilla libre de patógenos, aplicación de prácticas culturales, utilización del diagnóstico de la nutrición y de la fertilización como complemento para el manejo de enfermedades, etc.

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